sábado, 1 de febrero de 2020

CONSEJOS PARA SER BUEN LECTOR

1.           Leerse la lectura antes. Si puede ser, en voz alta y un par de veces. Leerla para entender bien su sentido, y ver que entonación hay que dar a cada frase, cuáles son las frases que hay que resaltar, donde están los puntos y las comas, con qué palabras puede uno tropezar, etc. 
2.      estar a punto y acercarse al ambón en el momento oportuno, es decir, no cuando se está diciendo o cantando otra cosa. Y procurar que no se tenga que venir desde un lugar apartado de la iglesia: si es necesario, acercarse discretamente antes del momento de subir. 
3.      cuando se está ante el ambón, vigilar la posición del cuerpo. No se trata de adoptar posturas rígidas, pero tampoco será bueno leer con las manos en los bolsillos o con las piernas cruzadas… 
4.      situarse a distancia adecuada del micrófono para que se oiga bien. Ya que por culpa de la distancia muy a menudo se oye mal. No empezar, por lo tanto, hasta que el micrófono esté a la medida del lector (y saber cual es la medida correcta tiene que haberse aprendido antes: a un palmo de la boca suele ser la colocación adecuada). Y recordar que los golpes que se dan o los ruidos que se hacen ante el micrófono se  amplifican. 
5.      No comenzar nunca sin que haya absoluto silencio y la gente esté realmente atenta. 
6.      Leer despacio. El principal defecto de los lectores en este país de nervios y de nula educación para la actuación pública es precisamente éste: leer deprisa, la gente quizá sí que  con esfuerzo conseguirá entendernos, pero lo que leemos no entrará en su interior. Recordémoslo: este acostumbra a ser nuestro principal defecto. 
7.      además de leer despacio, hay que mantener un tono general de calma. Hay que desterrar el estilo de lector que sube aprisa, empieza la lectura sin mirar a la gente, y al acabar huye más a prisa todavía. Y no: se tarta de llegar al ambón, respirar antes de empezar a leer, leer haciendo pausas en las comas y haciendo una respiración completa en cada punto, hacer una pausa final antes de decir: “Palabra de Dios”, escuchar desde el ambón la respuesta del pueblo, y volver al asiento. Aprender a leer sin prisas, con aplomo y seguridad, ciertamente cuesta: por eso es importante hacer cuantos ensayos y pruebas sean necesarios: ¡Es la única forma! 
8.      Vocalizar. Es decir, resaltar cada sílaba. Mover los labios y la boca, no atropellarse. Sin afectación ni comedia. Pero recordando que se está “actuando” en público, y que el público tiene que captarlo bien. Y una actuación en público es distinta de una conversación de calle. 
9.      No bajar el tono en los finales de frase. Las últimas sílabas de cada frase tienen que oírse igual de bien que todas las demás. Y. en cambio, resulta que a menudo estas sílabas se baja el tono y se hacen inteligibles. 
10.  procurar leer con la cabeza alta. La voz resulta más fácil de captar y el tono más alto. Si es necesario, coger el libro, levantándolo, para no tener que bajar la cabeza. 
11.    antes de comenzar la lectura, mirar a la gente. Al final, decir “Palabra de Dios” mirando a la gente. Y a lo largo de la lectura, si sale natural, mirar también de vez en cuando. Estas miradas en medio de la lectura no tienen que imponerse como una obligación: si no salen natural. Es mejor limitarse a mirar al principio y al final, y el resto del tiempo concentrarse en leer bien. Pero si nos resulta fácil, puede ser útil hacerlo, especialmente en las frases más relevantes: ayuda a resaltarlas, a crear clima comunicativo, y a leer más despacio.



EL LECTOR

Para este ministerio la “Ordenación de lecturas de la Misa” No. 55, nos recomienda: “Para que los fieles conciban en su espíritu un afecto profundo y vivo hacia la Sagrada Escritura por el hecho de escuchar las lecturas divinas, es necesario que los lectores que ejercen este ministerio tengan realmente aptitudes para la lectura y estén bien preparados. Esta preparación tiene que ser ante todo espiritual, pero también es necesaria la preparación técnica”

- La preparación espiritual presupone, al menos, una doble instrucción bíblica y litúrgica. La instrucción bíblica tiene que apuntar a hacer que los lectores estén capacitados para percibir el sentido las lecturas en su propio contexto y para entender a la luz de la fe el mensaje revelado. La instrucción litúrgica tiene que facilitar a los lectores una  cierta percepción del sentido y de la estructura de la Liturgia de la Palabra y la Eucarística.
- La preparación técnica tiene que hacer que los lectores sean cada día más aptos para el arte de leer ante el pueblo, ya sea de viva voz o por el micrófono.

Material Tomado del Libro: El Lector y el Animador, Centre de Pastoral Litúrgica de Barcelona colección “Celebrar” -26-  4ta. Edición, Octubre de 1997. Preparado por Joseph Lligadas. España.

canal de vaticano